Un automovilista conducía con exceso de velocidad. Agredía a los demás tocando el claxon,¿QUIERES JUZGAR?
(Aportación de nuestra amiga Aidita Robles)
encendiendo las luces, vociferando. En una estrecha avenida tuvo que maniobrar bruscamente para pasar, orillando a un auto compacto que estuvo a punto de accidentarse.El conductor del auto compacto era agresivo y venía armado, se reincorporó al camino, alcanzó al otro, le cerró el paso y se bajó furioso. El conductor apremiado le gritaba que se quitara, le llamaba estorbo, le exigía con vehemencia que se hiciera a un lado.
"¿Tienes prisa?", le preguntó el del coche compacto, "pues será la última vez que corras tanto..." entonces le dio un balazo y lo mató. Lo verdaderamente trágico y terrible de este caso real fue que el hombre con prisa llevaba a su hijo enfermo al hospital en el asiento de atrás...
¿Quiénes somos nosotros para atrevernos a condenar y juzgar? ¿Queremos que todos actúen igual, piensen igual, sientan lo mismo que nosotros?
La conducta inexplicable siempre es explicable. El intolerante termina convirtiéndose en transgresor, injusto, criminal fanático.
Las relaciones de trabajo, familiares, humanas son bendecidas cuando hay cerca alguien que comprende, alguien que ama, que ayuda y participa en los problemas de otro.
Tomado de "La fuerza de Sheccid" de Carlos Cuauhtemoc.