AMADA HIJA
(Aportación de nuestra amiga Ninitza)
Eres la tercera de nuestras hijas; por tanto, tu petición
no nos sorprendió ni a tu
papá ni a mí. Por tercera vez, la única
sorpresa fue que sucediera tan pronto. ¿No
acababas de nacer? ¿Cuándo dejaste de tenerle
miedo a la oscuridad? ¿Cuándo
fue la última vez que jugamos al escondite y que
nos gritaste, tan fresca: "Aunque
no estén listos, allá voy"?
Ahora, aunque no estemos listos, aquí vienes, en
parte niña, en parte mujer, llena
de contradicciones, ansiosa de ir más allá
de lo que ya sabes, para indagar cosas
nuevas e interesantes.
Esto quiere decir, ahora que casi eres ya una adolescente,
que en los próximos
años te sorprenderás de lo poco que tu
papá y yo sabemos acerca de lo que está
de moda, sobre lo que ya no se usa, o sobre lo que es
lo más refinado. Es muy
probable que si algo nos gusta a nosotros, a ti te desagrade;
que cuando charlemos
con tus amigos, te sientas incómoda; que cuando
no te permitamos hacer algo, nos
digas que las otras jovencitas de tu edad lo hacen.
En consecuencia, en ocasiones pensarás que somos
los padres más torpes, malos
e injustos que jamás hayan existido. Yo creo que
eso está bien, ya que te queremos
lo suficiente como para correr el riesgo de no agradarte
siempre.
Cuando nos encontramos muy cansados, tu papá y
yo sentimos la tentación de decirte:
"Bueno, pues, hazlo. Haz lo que quieras". Pero nos para
en seco la conciencia de lo
que suele ocurrir a los hijos de padres indolentes. Nosotros
dos somos anticuados
en el sentido de que creemos que la vida es un don que
debe alimentarse, y esto es,
precisamen-te, lo que los padres deben hacer con sus
hijos.
Lo que hace que la paternidad resulte a veces tan difícil
es saber que no existe un
billete seguro para la vida adulta; que no podemos llevarte
de la mano hasta ella.
Es un viaje que tienes que hacer sola. Lo único
que podemos prometerte es nuestro
inalterable compromiso contigo, incluso cuando lo que
tú desees sea que nos
vayamos muy lejos de tu presencia. Podemos ofrecerte
nuestra guía, contarte
nuestras experiencias, y hacerte algunas recomendaciones;
pero a ti te tocará decidir
si nos haces caso o no. Lo que tú decidas es responsabilidad
tuya.
A veces resulta difícil contener la prisa por crecen
Lo creas o no, hijita, yo, tu madre,
puedo recordar cómo es eso. Tener 13 años
es ser una promesa que está a punto de
cumplirse. Te esperan sueños por realizar, gente
que conocer; la independencia está
a un paso, y te hace señas. Pero recuerda siempre
que esto no sucederá de la noche
a la mañana, aunque así lo desees.
No hace mucho, cuando querías que te prestara atención
pero creías que no te hacía
caso, me tomabas la cara entre las manos y me advertías:
'Mami, óyeme con los ojos
y veme con el corazón".
¡Cuántas cosas nos has enseñado! Siempre
has sido soñadora, poeta; siempre has
buscado el arco iris después de la lluvia. ¡Gracias,
hijita por la felicidad y belleza que
nos has dado! Ojalá que siempre veas la vida no
sólo con los ojos, sino. también, con
el corazón.
Te quiere, tu madre Patricia Sherlock.