NIÑA DOMADORA DE MIS DEMONIOS
(Escrito por nuestra amiga
Isabel Ángel Mendoza)
Casi todos los domingos solía ir a pasear en bicicleta con unas amigas, al principio de esas andadas éramos quince adolescentes pero a medida que pasaba el tiempo el número fue disminuyendo a menos de siete.Claudia y yo lo advertimos con tristeza cuando dos de ellas se separaron a mitad de la excursión. Yo misma me había separado varias veces, y no es que me disgustara la compañía, al contrario, pero en el momento en que tocaban el tema del sexo yo emprendía la huida.
Todas mis amigas - con no más de quince años - habían aceptado haber tenido cierto contacto sexual con diferentes hombres y yo nunca tenia gran cosa que decir, de hecho no había nada en mi haber, ni siquiera podía mentir acerca de alguna atracción por un chico en especial, no como Claudia que siempre tenía prospectos para conquistar. Y no entendía como lo hacía ella y el resto de mis amigas, como era que veían llegar el amor de la nada mientras yo seguía soñando con poder tocarlo y abrazarlo con mis sentidos.
Claudia me consolaba diciendo que quizás no era tiempo todavía, que tuviera paciencia, que más adelante, que ya mérito. No me parecía justo tener que esperar siendo que yo no era muy exigente mi prioridad sentimental era poder encontrar a alguien a quien querer, alguien que fuera especial para mi ; no tenía estereotipos imaginados mi idea era que una persona se vuelve especial conforme vas conociéndola, cuando empiezas a entender su forma de andar por la vida. Aunque sí, debo mencionar que había un detalle físico que me atraía de la gente ; los ojos, esos dos pequeños delatores, como les llamaba Claudia, y también me decía que ese era un gran comienzo.
Pero mientras mi apreciación sexual se desarrollaba yo prefería alejarme para no sentirme fuera de lugar. Aveces me vi tentada a mentir, pero no, no era mi estilo, además, sería ridículo mentirme a mi misma.
Alguna vez le pregunté a Claudia cómo era estar enamorada, y según sus propias palabras el amor invadía la totalidad de uno y su espacio - algo asi como un depredador, según lo entendí yo - las cosas adquieren una cierta belleza que antes no tenían, todo tiene un sentido y su cause lleva el nombre de quien amas. ¡ menos miel y más detalles ! - le exigí a Claudia - ¡ necesito los síntomas de esa enfermedad ! ¿ cómo se siente ? ¿ cómo lo reconoces ? ¿ de qué manera lo sobrellevas ? ¿ es inoloro?.
Claudia explicó que se sentían mariposas en el estomago - recordé enseguida que eso mismo me dijo cuando vimos una película pornográfica , “mariposas en el estomago” y también recuerdo que yo sólo sentí las larvas -. Después mencionó que el corazón se aceleraba de tal manera que los golpeteos parecían escucharse en todo el lugar, las manos empezaban a sudar y las piernas se volvían de plomo. A mí todo eso me sonó a síntomas de fobia, pedí a Claudia más detalles pero ella terminó diciendo que realmente no había palabras para explicarlo. Yo volví a insistir y Claudia hizo un último esfuerzo por descifrarme al señor amor ; habló entonces sobre la alegría, de como esta se expandía dentro de uno, de la expectación de mirar las reacciones del otro, de la tristeza que surgía a veces sin motivo, de los temores que asechaban, de la ira de los celos , del rechazo a la idea de perderlo todo con un adiós.
Por la manera en que lo contó Claudia yo más bien pensé que estaba hablando de sutiles demonios y no de emociones. LLegué a pensar que mi amiga estaba intoxicada por un absurdo romanticismo mientras yo necesitaba saber como era que el amor volvía tan irracionales a los seres humanos, como era que mi amiga perdía los pies del piso y se elevaba como un globo, despacio y sin rumbo cada vez que fantaseaba, Claudia insistía en que no era cosa de pensar sino de sentir. Uno siente - decía Claudia - como el aprecio tibio se vuelve algo más fuerte, una conexión , ¡ química !.
Aún insatisfecha y curiosa por el tema del señor amor le sugerí Claudia que me dejara leer las notas de su diario, yo sabía que en él escribía cada detalle de sus amoríos, y aunque ofrecí analizarlo objetivamente ella se negó; explicó que había cosas que no podía decirme porque eran muy íntimas. A mí eso me pareció de lo más cursi, y me molestaba porque yo no tuve secretos para ella, yo le contaba todo y lo más íntimo para mí era mostrarle el culo a tu mejor amiga . ¡ ups ! se lo dije a gritos,
Claudia se enfadó en serio y exclamó en mi cara que yo jamás habría de conocer al señor orgasmo porque mi sex appeal era un elefante blanco al borde del suicidio , sin contar que escondía ciertas tendencias pirómaniacas . Lo gritó por todo el pasillo del piso en que vivíamos y terminó con un azotón de puerta… ¡ ouch ! eso de las tendencias pirómaniacas, me dolió en serio.
Alguna vez le comenté a Claudia mi insólita preocupación por mi vello pubico, pues éste apenas y asomaba lánguido sobre el pubis sin alcanzarlo a cubrir por completo, me asaltó la duda de si mi amiga se había referido a mi sex appeal recordando lo de mi vello o si lo decía porque yo no hablaba de tener una técnica de masturbación. En alguna ocasión Claudia me ayudó a intentarlo, tal vez asi - supuso ella - resolvería el problema de mi sexualidad adormecida. Me sugirió que pensara en algún muchacho que me gustara -, eso si estuvo difícil , a mí no me gustaba nadie - y luego me dio instrucciones de restregarme la mano con prudencia sobre los genitales mientras imaginaba tener relaciones… lo único que logré fueron unos genitales magullados , adoloridos y unas huellas digitales a punto de borrarse. Claudia me dijo que verdaderamente yo era un caso. ¿No será que no quieres crecer ? - me inquirió ella muy seria, yo no le dije nada, me alcé de hombros y me despedí. Y es que, como confesarle que sí deseaba crecer pero sólo por no quedarme sola, el ver como ella y el resto de mis amigas crecían muy apresuradamente me tenía insegura, por eso mismo buscaba yo algo o alguien que me hiciera sentir mujer.
Pero por cada intento conté un fracaso, ningún niño me satisfacía para permitirle entrar en mis fantasías y yo necesitaba alguien que pudiera poseer una esencia de fortaleza y ternura a la vez, que no fuera común, algo diverso - pensé - y cuando apareció esa palabra en mi cabeza me acordé de una frase que leí en un libro, “ haremos el amor hasta volvernos lobas “. ¿ por qué esa frase ?… sentí una contracción en la vagina y comencé a silbar. Eso nunca se lo comenté a Claudia, entonces caí en la cuenta de que ella se refería a ese tipo de sentires que uno se calla, como lo íntimo, pensé entonces que para reconciliarme con mi amiga debía obsequiarle algo que estuviera a fin a sus ideales. La visité una tarde y su mamá me permitió la entrada a su habitación. Sin decirle nada le puse un paquete en su escritorio donde ella estaba, Claudia lo abrió sin preguntar y sacó de la caja una pequeña figura de plastilina que yo misma modelé; era un duende rechoncho que usaba un corazón como escudo y en la otra mano sostenía una flecha, todo él estaba en posición de defensa.
Sin esperar a que Claudia dijera algo yo le conté que él se llamaba Permotio, guardián de las emociones, compadre intimo del señor amor y archienemigo de la señora soledad, la flecha era un préstamo de Cupido y el corazón se lo había obsequiado Venus, madre de los amores. Desde luego que todo era una gran mentira, pero yo no tuve problema en fabricar un héroe al gusto de Claudia. Mi obsequio aunque un tanto burdo fue apreciado por mi amiga, ella sabía que me era difícil demostrar mis afectos y que de alguna manera entendía que me sentía diferente y que mis constantes cuestionamientos para que justificara al señor amor era una necesidad de entender y dejar de escapar.
Acostumbraba decir que tenía un trabajo pendiente de la escuela y me iba sin reclamos, era la mejor excusa :“mucha tarea”, y luego de la deserción me largaba a cualquier parte para continuar el paseo yo sola, sin una ruta fija, deseando poder encontrar un lugar en donde poder refugiarme y también llevaba la esperanza de que hallaría a ese alguien que despertaría mis demonios y los gobernaría…
Es extraña esta parte de mi historia. Por algún motivo me vi tentada a seguir a dos muchachas que caminaban tomadas de la mano, muy afectuosas entre si, no advirtieron mi presencia a escasos metros detrás de ellas. Las perseguí hasta un edificio de cinco pisos donde el portón blanco aguardaba semiabierto para que ellas y otras chicas más pasaran al interior . Me quedé allí parada pensando que mi odisea había terminado y que habría de inventarme otra aventura para pasar la tarde, fue entonces que escuché una voz a mis espaldas preguntando si venía yo al “closet” - ¿ el qué ? - estuve a punto de inquirir, pero las palabras se quedaron en mi boca cuando al volverme de golpe detuve la mirada en unos grandes ojos color café ; fue como asomarme de pronto en el borde de un precipicio, sentí un vértigo increíble que me encorvó las piernas y aceleró mi pulso, al mismo tiempo el temor y la alegría se presentaron en mis adentros confundiéndome toda y por un momento no supe que fue de mí, perdí la noción del espacio y aquel instante me pareció un infinito.
Balbuceé algunas palabras, no sé que fue lo que dije, pero creo que tuvo un efecto sobre ella porque se sonrió de un modo casi imperceptible y se marchó sin decirme más. Me quedé completamente congelada siguiendola con los ojos, me dio la impresión de que algo extraordinario había en esa mirada y un momento después tuve la loca idea de preguntarle cómo lo había hecho, que extraño encanto arrojó sobre mí que me invadió la ternura y algo adentro parecía despertar de un largo sueño. Cedí entonces a ese impulso incontenible de ir tras ella y abandoné la bicicleta para luego subir los escalones. Al llegar al tercer piso escuché unas voces detrás de una puerta de madera, cuando la traspuse encontré a un grupo de mujeres, todas ellas no pasaban de los veinticinco años, lo supe porque cada una tuvo su turno para hablar de si misma.
Luego de las presentaciones abordaron un tema para debatirlo entre todas… ¿Aquello era una reunión semiclandestina o tan sólo un grupo que pretendía encontrar respuestas a … ? ¡ Ah ! ya empezaba con mis reflexiones , pero las serené cuando pude distinguir a la niña de los ojos bonitos, asi de lejos se veía distinta, y al contemplarla un momento se desató en mí una felicidad incalculada y desde el fondo de mi corazón me centelleó un fervoroso cariño por ella, como si la conociera de años, de siglos.
Cuando terminó el debate me mordí los labios para acercármele pero la proximidad me provocaba el mismo vértigo de la primera vez. Noté como las manos me sudaban y el rostro me ardía pintándome de rubor cada vez que ella fijaba sus ojos en mí, aunque fuera de soslayo, dos o tres veces me hizo bajar la vista porque me hacía sentir desnuda. Pero mientras no lo hiciera yo me las ingeniaba para explorarla de los pies a la cabeza. Y no fui más allá de la cintura cuando me sorprendí fantaseando con mis manos en sus caderas. Fue como una cubetada de agua helada que me devolvió a la realidad y salí corriendo de allí para buscar a Claudia, no la hallé hasta que volví al edificio en donde vivíamos y su mamá me dijo que estaba en la azotea. La encontré tendiendo la ropa y se sorprendió de verme tan contenta, le dije que las larvas por fin se habían convertido en mariposas, que sólo bastó una mirada para sentirlas volar dentro y fuera de mí, le aseguré que todo era hermoso ; la política, los excusados de la escuela, los paseos en bicicleta y hasta mi vello púbico. Claudia estaba fascinada y me hizo bailar con ella por todos los lavaderos. Cuando nos detuvimos ella me formuló la pregunta obligada…
¿ y cómo se llama ?…
- Erika, se llama Erika.
A Claudia se le borró la sonrisa a medida que iba contándole todos los detalles, yo no paraba de hablar y no quería hacerlo, estaba extasiada con ese encuentro pero mi amiga no parecía feliz, cuando puso su mano en mi boca para que me contuviera un momento, pude ver que sus ojos estaban humedecidos y la expresión de su rostro estaba endurecida. Arguyó que no era posible, que no era cierto, que yo no podía… - ¿y por qué no ? - le pregunté enfadada - no esta bien -. aseguró Claudia.
Todo lo que viví era real y yo me sentía super ¿ qué estaba mal ? no sabía por qué le molestaba tanto el que yo me hubiera encontrado conmigo misma, finalmente eso era lo que yo buscaba, mi identidad y el señor amor iban de la mano y no permitiría que nadie, ni siquiera Claudia, agriaran mi contento.
Eres una tontita - fue lo último que me dijo ella con tristeza, dejando correr las lagrimas cuando yo me fui. Desde ese día Claudia y yo nos distanciamos, si coincidíamos en algún lugar no nos dirigíamos la palabra. Claudia desaprobó mis sentimientos y yo estaba molesta por eso, ¿ de qué se trataba entonces el amor ? ¿ de complacer a los demás ó a una misma ?.
Me separé definitivamente del grupo, cambié las andadas dominicales en bicicleta por una cita en el grupo de lesbianas de “el closet”. Me gustaba estar con ellas, me sentía segura y sin miedo a hablar de mí, no era distinta a nadie, éramos ellas y yo tratando de entender nuestro mundo. Además, iba a buscarla a ella, No concebía como se podía reverenciar a alguien del cual sólo sabía su nombre, pero eso no me importaba, la necesitaba y eso era todo lo que yo sabía. No obstante conforme pasaba el tiempo y ella no asistió nunca más, entendí que la había perdido para siempre, ya no supe que fue de la niña domadora de mis demonios… ¿ no es triste ?, y pensar que estuve tan cerca…
Volví a poner los pies en la tierra y de nueva cuenta percibí que ya nada era eterno y me invadían las ganas de querer aullar de dolor, de convertir la noche en día y salir a buscarla para darle las gracias por regalarle la existencia a mis emociones, esas que de tanto estar dormidas parecían estar muertas, contarle cuantas cosas lindas descubrí en sus ojos, hablarle de mis demonios. Se me volvió una costumbre hablar conmigo misma porque ya no tenía a Claudia de mi lado, le escribí cartas al señor amor tratando de encontrarlo otra vez pero todo fue inútil, era una cosa de locos, y en cuanto restablecí la cordura redacté mi última carta para cortar por lo sano.
INDOMABLE SEÑOR AMOR
Tanto tiempo buscándolo a usted y ya que lo encuentro se me escapa de las manos sin que pueda evitarlo. Ahora todos mis demonios se han revelado, están tristes, se retuercen dentro de mí arañándome los sentidos ; gimen, gritan, lloran, suplican, no encuentro que decirles para explicar que todo cuanto hagan es en vano y que sólo queda esperar para que algún día, en algún espacio y en cualquier momento alguién más llegue y …quizás…
pta. me despido de usted no sin antes mandarle los afectuosos saludos de la soledad.
Claudia y yo acostumbrabamos subir a la azotea del edificio para estar solas. Allí podíamos hablar sin interrupciones y sin saber porqué, nos resultaba más sencillo sincerarnos. Claudia sugirió que era por el viento [ como la extrañaba ] , y junto a ese recuerdo me surgió la mitad de cierta frase : “ hasta volvernos lobas “. eso de las lobas me sonó a solitario y sentí una aguda contracción en el recto ; estaba desrazonada. Apenas se estaba ocultando el sol cuando Claudia fue a verme en nuestro escondrijo. Llevaba la caja en donde le había obsequiado a Permotio, pensé que me lo devolvería para cortar de tajo nuestra amistad. Claudia lo puso frente a mí sin decir nada, se quedó parada esperando a que yo lo abriera y cuando lo hice descubrí una figura de plastilina. Era como mis primeros intentos , imaginé que seguramente Claudia lo había hecho.
Se llama Diversitas - dijo Claudia - y me hizo el cuento de que fue el primer intento de Venus por crear un emisario del señor amor, pero al ver que era andrógino, Venus lo abandonó en la luna porque no le pareció que fuera bello y lo sustituyó por Cúpido. Diversitas sintiéndose huérfano quiso bajar a la tierra para encontrar alguien que lo quisiera, y cuando traspasó el cielo se convirtió en arcoiris y se quedó en los hombres que aman a los hombres y en las mujeres que aman a las mujeres.
Me nacieron unas ganas inmensas de abrazar a Claudia y decirle que era una mentirosa encantadora, pero no me dio tiempo, enseguida preguntó lo que pasaba conmigo. - Mis mariposas se marchitaron, se hicieron caca -. Contesté a mi amiga de buena gana, con la ironía que me caracterizaba. Claudia se sentó a mi lado y nos quedamos asi por un largo rato hasta que se hizo de noche y me surgió una pregunta que me tenía enfurruñada
… Claudia, ¿ mamá te dijo sobre mis tendencias pirómaniacas ?
Isabel Ángel Mendoza.
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