TweetEMANUEL
(Escrito por nuestro amigo Enrique Martínez)La primera hoja del parque cayó, seca, amarilla, parecía que después de tanto trabajo, al fin descansaba.
Un hombre, viendo lo sucedido, se acercó y tomó aquella amarillenta y frágil hoja seca, la veía con un interés que hacia despertar curiosidad ¿Por qué observaba tanto esa hoja? ¿Por qué la tomó?
Me acerqué con intención de preguntarle al hombre, que en aquel instante se hallaba sentado en el pasto. Pero antes de que de mi boca saliera palabra, el alzó su mirada y preguntó:
¿Has visto cómo principia su renovación este árbol?
No entendiendo su pregunta aún, le dije: ¿Crees que es motivo de alegría ver a una hoja caer?
Aquel hombre, hasta ese momento desconocido, sonrió y preguntó:
¿Y es motivo de tristeza?
Yo, habiendo entendido lo que me decía, le sonreí, le extendí la mano y me presenté, el respondió con el mismo gesto, Su nombre Emanuel.
Así fue como lo conocí, de la forma mas agradable y única que se puede conocer a un amigo….
He pensado mucho en lo que me enseñó aquel día, y ahora recuerdo haber visto en algún documental que las águilas se renuevan, es decir: Después de aproximadamente 40 años, ya llegando a su ultima edad, el águila se arranca sus garra y sus plumas. Las garras y las plumas crecen de nuevo, siendo más resistentes, así que el águila vive aproximadamente 25 años más. A esto decidí llamarle renovación.
Emanuel me dijo que el hombre puede hacer cosas tan impresionantes como el águila, pero no entendí a que se refería, pues el águila tiene una excelente vista y una admirable destreza en el aire. Teniendo aquella duda, le pregunté un día: ¿A que te referías cuando dijiste que el hombre puede hacer cosas tan impresionantes como el águila?
El, tomándome del hombro respondió - El águila vuela, El hombre también puede hacerlo, y hacerlo aún mejor.
Pero en lugar de impresionarme, me reí como cuando a un niño se le hace “cosquillas”, es decir a carcajadas.
Ahora que lo pienso, resultó algo ofensivo para él.
Pensándolo mejor, el hombre ha logrado volar con ayuda de su tecnología, y llegar aún mas lejos de lo que llega cualquier ave. Pero Emanuel no hablaba de aviones o helicópteros, hablaba de que el hombre sin ayuda de alguna tecnología, puede volar, ¡si, volar!..
La siguiente semana que lo encontré en el parque aproveché para quitarme una de las muchas dudas que en ese momento iban y venían dentro de mí.
- Tú dices que el hombre puede volar, pero es imposible que el hombre despegue su pie del suelo, si no es con ayuda de algo.
- Es que jamás has visto a un hombre volando, por eso no puedes creer que el hombre puede tocar las nubes.
- Pues si tu dices que podemos hacerlo, quisiera que me lo mostraras, quiero ver que vueles.
Cuando dije eso, Emanuel bajó la mirada, con un rostro que reflejaba tristeza o quizá decepción, y me dijo suavemente:
- Es que no lo has creído
- Ver para creer – respondí.
Emanuel caminó alejándose, hasta que no lo vi más.
Es fácil saber que me porté grosero, pero me dije…"debe ser mas realista"... de forma que justificara mi acto tan infantil.
Estaba yo en el panteón, llorando, viendo la caja que se ocultaba poco a poco bajo la tierra.
En ese instante, no me importaba otra cosa, sólo sentía el dolor, mi rostro estaba enrojecido de tanto llorar, más bien parecía que de aullar.
Mientras lloraba, sentí la mano de Emanuel sobre mi hombro, logré silenciarme por unos minutos, pero no resistí, así que lo abracé y lloré hasta el cansancio.
Emanuel me dijo que en cuanto supo de la muerte de mi mujer quiso estar acompañándome.
Era para mí el momento menos indicado, pero recordé que tenia que saber si realmente el hombre puede volar, pues después de aquella ultima conversación, la duda permanecía.
Así que le pregunté:
- Emanuel ¿es cierto lo que me has dicho?¿podemos volar?
El, con lágrimas en los ojos y con una voz quebrantada, me respondió:
- Sólo si lo crees...
Después de eso corrí, corrí hasta que mis piernas no pudieran mas, y me repetí muchas veces para convencerme:
¡Sí puedo volar!
¡Sí puedo volar!
¡Sí puedo volar!.........Extendí mis brazos y me arrojé, casi esperando caer al suelo y llenarme la boca de tierra, o de pasto, o tal vez de asfalto. Pero me encontré con la insoportable realidad de los opresores… Emanuel tuvo razón, pude volar.
No sé como, ni lo entiendo, pero sé que lo hice. Volé y subí a las nubes, volé junto con las águilas y volé tan alto que me olvidé de todo.
Ahí sobre una de aquellas nubes estaba Emanuel sonriéndome, y mi tristeza se borró y vi a los hombres y les grité...
- ¡Hey, podemos volar!
Pero nadie me escuchó. Es que los seres humanos están tan ocupados resolviendo sus problemas, nadie hace caso de una persona que está entre las nubes hablándoles y gritándoles, afirmando que sí hay alternativa.
– ¡Hey, hay una realidad mejor, una realidad mas real!
Jamás olvidaré a Emanuel, que me enseñó primero a creer, después a volar. Una virtud dada a los hombres, poco entendida…
Hijo, te ruego, ya que está a tu alcance que pregones lo que te he dicho, la buena y nueva noticia.
Te ha contado de aquel hombre que ha cambiado mi forma de pensar, y espero que al igual que yo, tú también lo creas.
Hijo querido, hoy soy un anciano ya, y aun tengo el recuerdo vivo de aquel hombre que me hizo tocar las nubes, a veces no duermo recordando aquel momento.
Pero podrás hacerlo hijo mío, si lo crees en verdad.
Siempre tu padre, tu amigo. Gracias.
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Emanuel