El futuro nos alcanzó
Autor: Néstor Armstrong.
Publicado en el periódico EL NORTE el 27 de Julio de 1999.
                 Estimo que, hace unos noventa años, viajando a caballo un individuo se
                 tardaría alrededor de quince días en ir de Monterrey a la Ciudad de
                 México. Esto es tomando en cuenta que tenía que acampar para dormir
                 y cazar para comer.

                 Imagínate que un hombre estuviera a mitad de camino en este viaje. Hace
                 siete días salió de Monterrey y sabe que pasarán otros siete antes que
                 llegue a la capital. ¿Qué te imaginas que pensaría este hombre si alguien
                 le dijera que en unos cuantos años ese mismo viaje se podría realizar en
                 poco más de una hora?

                 Por supuesto, pensaría que quien lo dijera estaba loco. Quizá nuestro viajero
                 imaginario podría aceptar que el viaje durara la mitad -siete días- o incluso,
                 ya con ganas de no discutir, tres días.

                 Pero, ¿una hora? ¡Por favor!

                 Todos sabemos que ese "imposible" es hoy una realidad, pero ¿podemos
                 imaginar lo difícil que hubiera sido hace apenas unos años concebirlo siquiera?

                 Hay tantas cosas que hoy nos resultan comunes y hace realmente poco tiempo
                 eran impensables.

                 Recuerdo que siendo yo un niño, viajaba con mi madre en un taxi cuando
                 escuché una noticia por radio: se había inventado la televisión a color. Hoy,
                 mis hijos manejan ese aparato usando un control remoto como si fuera lo más
                 natural del mundo.

                 ¿Qué les depara a ellos el futuro? ¿Cómo será la vida de la siguiente generación?

                 Haciendo la analogía con la jornada de Monterrey a México a principios de siglo,
                 ahora nos toca a nosotros ser el viajero acampando a la luz de una fogata. Piensa,
                 ¿qué te imaginas imposible? No quiero saber que sea lo que pensaste, estoy
                 convencido de que te has quedado corto.

                 Para muestra un botón. Actualmente se está trabajando en un nuevo tipo de
                 computadora, la cual tendrá una velocidad mil millones de veces mayor que la
                 computadora actual más veloz. Sí, leíste bien, mil millones de veces. No un
                 millón ni diez millones sino mil millones. Las llaman computadoras cuánticas.

                 Su funcionamiento se basa en principios totalmente distintos a los utilizados en
                 las computadoras actuales. En lugar de utilizar procesadores para realizar sus
                 cálculos, utilizan átomos. Sus posibilidades son prácticamente ilimitadas.

                 Las primeras computadoras experimentales de este tipo ya han sido construidas.
                 Son burdas y caras, pero han demostrado que la tecnología funciona. Uno de
                 los laboratorios mejor montados para el estudio de la computación cuántica se
                 encuentra en el Laboratorio Nacional de Los Alamos, en Nuevo México. El mismo
                 lugar donde se desarrolló la primera bomba atómica.

                 Puesto que se ha demostrado su viabilidad, los grandes de la computación, como
                 IBM y Hewlett Packard, se han mostrado interesados en ellas. Se espera que se
                 conviertan en el siguiente salto tecnológico. En este momento, se están invirtiendo
                 grandes cantidades de dinero en su desarrollo. Aunque se estima que aún faltan
                 varias décadas para que estén disponibles al público, su impacto será enorme.

                 La capacidad de cómputo de estas máquinas está más allá de nuestra comprensión
                 actual. Igual que un viaje de mil kilómetros en una hora lo estaba de la gente común
                 hace menos de un siglo.

                 Incluso, sin ir más lejos, la capacidad de los computadores actuales era inimaginable
                 para nosotros mismos hace unas décadas.

                 Ese es el mundo que les tocará vivir a nuestros hijos. Por desgracia, los avances
                 tecnológicos no han traído consigo un mayor crecimiento espiritual y filosófico.
                 Ahora disponemos de teléfonos celulares, correo electrónico y fax, pero éstos no han
                 resuelto realmente nuestras dificultades para comunicarnos de forma positiva.

                 Las distancias son más cortas, pero también los problemas llegan mas rápido.
                 Podemos pelearnos con nuestro hermano, que vive en otra ciudad, enviarle a
                 cientos de personas un mensaje electrónico promoviendo el odio racial y mandarle
                 un fax a un cliente rechazando su queja justificada. Todo esto en una hora o menos.

                 La ética y el sentido de lo correcto son cosas que difícilmente nos podrá dar la
                 tecnología. El origen de estos conceptos está enraizado en nuestra humanidad,
                 es lo que nos distingue de las demás criaturas. Sin ese componente seríamos
                 una especie más, o una maquina más, según cómo se quiera ver.

                 La tecnología tiende a magnificarnos, nos hace más de lo que somos. Más
                 buenos, si somos buenos; más malos, si somos malos. Es por esto que es tan
                 importante prestarle atención a quienes habrán de utilizarla en el futuro: la
                 siguiente generación. La formación de ella está aún en nuestras manos.

                 De nosotros dependerá que nuestros hijos entiendan que una máquina no
                 puede sustituir su capacidad para distinguir el bien del mal. Nos corresponde
                 dejarles a nuestros hijos la encomienda de utilizar la tecnología de manera ética
                 y responsable. Generar a través de ella mayor bienestar para la humanidad, no
                 más dolor.

                 Tendremos que enseñarles que hay cosas por encima de las ganancias monetarias,
                 la fama y el poder. Deberán aprender de nosotros que el fin no justifica los medios
                 y tampoco los medios justifican el fin. Estas son cosas que se enseñan con el
                 ejemplo, no con palabras.

                 Hay algunos signos de esperanza. Por ejemplo, existe mucho más conciencia social
                 y ecológica hoy que nunca antes en la historia.

                 Pero falta aún mucho por hacer. No podemos, como generación, quedarnos a
                 esperar que otros hagan lo que nos toca hacer a nosotros.

                 El verdadero avance ocurrirá poco a poco, uno por uno. Sólo así la "humanología"
                 se emparejará con la tecnología. El uso de ésta en el tercer milenio será nuestro
                 fruto, el tuyo y el mío. Probablemente es un fruto que no probaremos, pero sin
                 duda será resultado de nuestra semilla.


 
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