ESTEFANIA DE LOS GATOS
(escrito por nuestra amiga Aliciamaría Treviño)
Estefanía es una mujer muy vieja,  mucho más  que el tiempo.  Vive  en un
lugar que todos dicen  que está abandonado  y donde no puede subsistir nadie.

Ella evita las visitas pero a mí no me puede impedir  que entre  porque soy el viento
y como hace mucho  que no tiene puertas ni ventanas,  sacudo el costal desleído
que colgó de unos clavos y me entero de todos sus secretos muy a pesar suyo.

Estefanía era miembro de una familia acomodada pero que se fue extinguiendo y
ahora sobrevive de la caridad pública.   Mucha gente  compadecida de su miseria
y soledad  le da unas monedas  para que compre algo y se alimente,  pero yo nunca
la he visto comer  y creo que no lo necesita  pues mordisquea hojas de los árboles
y atrapa insectos y sabandijas  y engaña a sus donadores comprando leche y carne
que todos piensan que son para ella.

Esta mujer que no platica con nadie,  ama a los gatos y parece que ellos a ella también,
pues vienen desde lejos  como si acudieran a una cita.    A veces,   me cuelo entre
los montones de basura  que hay en el cuarto y levanto cartones e hilachos  donde
siempre  hay un gato escondido  bebiendo ávidamente  la leche  y comiendo la carne
que ella les pone  en tapaderas y cacharros.

Ayer,    casualmente escuché  a unas damas  altruistas que visitaron a Estefanía.
Ella rehuía mirarlas y apenas hablaba,   sin duda  quería que se fueran pronto.
Ahí no hay dónde sentarse  ni siquiera cajones de madera ni nada.   Yo creo  que
lo hace a propósito,  para que nadie la visite,    pues no se lleva bien con los
humanos.    Sabe que la gente le espanta a sus gatos  para que ella se alimente,
por lo que cuando le preguntaron cuántos tenía  ella contestó:  “ ¿Gatos?,   aquí
no hay ninguno”.  Curiosamente,  como si los tuviera entrenados no aparecieron,
aunque yo  he contado hasta diecisiete de una ojeada.    Las señoras, no le
creyeron,  pues siempre habían oído que Estefanía se estaba muriendo de hambre
porque todo lo que le daban  era para ellos.

Hace unos días  corrió la noticia en el barrio  que había muerto su única amiga,
doña  Tila.   Esta señora,   también con todos los años y achaques sobre sus
hombros,   vivía abandonada en un cuartucho  de la misma cuadra.   Estaba
semiparalítica y diariamente se acercaba como podía  a la puerta de su casa y
recogía la comida  que le dejaba  Estefanía en su plato.

Como ya les expliqué que soy el viento,   me cuelo en todas las casas  sobretodo,
en las que no tienen puertas ni ventanas cerradas y así me entero de lo que
sucede en el pueblo y es por eso que sé  que doña  Matilde  o  Tila  como le
decían los vecinos,  murió de hambre.

Las damas caritativas, visitaron a Estefanía  durante ocho días seguidos para
llevarle alimentos y la hostia  consagrada   para que comulgara en alabanza al
Señor,  a lo mejor,   porque pensaban que ya estaba próxima a entregar su alma
al  Creador.  Pero,  lo que estas señoras no saben  es que ella,   lo único que
necesita es a sus gatos y defiende su derecho a tenerlos  porque su compañía le
es vital.    Yo la he oído platicar con ellos y reírse a carcajadas  con lo que le
comentan, luego se agota tanto que se duerme entre los cartones  y desperdicios
rodeada del calor de sus cuerpecillos que le ronronean  para que se arrulle.

Luego,   escuché que les dijo a sus generosas visitantes: “ La verdad es que yo
ya no quisiera que vinieran,  pues estoy todo el día esperándolas y pierdo mucho
tiempo”.   Las señoras se quedaron intrigadas,  pues no sabían qué hacía Estefanía
con su tiempo,  pero....  yo sí lo sé.    Ella tenía que pedir limosna  desde temprano
en el atrio de la iglesia  para completar  para la comida de sus gatos y de su amiga
Tila y es por eso, que como no se atrevió a decírselos antes, la paralítica encontró
su plato vacío  y luego  estaba tan débil que ya no se pudo levantar y falleció.

Estefanía ha seguido su vida de siempre,   la que ha llevado desde antes que
los más viejos del pueblo nacieran.    Con lo que recoge de limosna compra comida
para sus voraces amigos  y por las noches, entre carcajadas y arrumacos veo sus
ojos brillar  igual que los de los gatos..

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