IMITACION DE CRISTO
(Aportación de nuestro amigo Sergio Oyervides)
NO HABLEMOS DEMASIADO

1. Siempre que puedas, evita meterte al bullicio de los hombres, porque las pláticas de cosas del mundo hacen mucho mal, aunque se tengan con recta intención. La vanidad fácilmente nos mancha y nos arrastra.
¡Cuántas veces hubiera querido no haber hablado, ni estado entre los hombres!
Pero, ¿por qué nos gusta tanto hablar y platicar los unos con los otros a pesar de que pocas veces volvemos al silencio sin daño de la conciencia?

Nos gusta mucho platicar, porque deseamos consolarnos mutuamente con la plática, dando descanso a nuestros corazones cansados de pensar tantas cosas.  Con muchas ganas hablamos y pensamos de lo que muchos amamos o deseamos, y de lo que pensamos ser contra nosotros.

2. Pero, ¡ay! A menudo insustancial y vanamente; porque esa consolación exterior se tiene con no pequeña pérdida de la interior y divina.  Por eso, se debe velar y orar para que el tiempo no se gaste inútilmente.  Si se puede y conviene hablar, habla de cosas edificantes.  La mala costumbre y el descuido de nuestro aprovechamiento contribuyen grandemente a que guardemos la lengua.

Por el contrario, las conversaciones piadosas acerca de cosas espirituales ayudan bastante al adelanto, especialmente cuando personas de igual corazón y espíritu se juntan en Dios.

COMO SE ALCANZA LA PAZ Y DEL CELO POR ADELANTAR

1. En gran paz podríamos vivir, si no quisiéramos meternos en lo que otros dicen y hacen, en cosas que a nosotros no nos importan.  ¿Cómo podrá durar mucho en paz el que se enreda en cuidados ajenos, el que sale a buscar ocasiones, el que recoge su espíritu poco, o pocas veces? Dichosos los sencillos, porque en mucha paz vivirán.

2. ¿Por qué fueron algunos santos tan perfectos y contemplativos?

Porque se empeñaron en mortificar plenamente todas sus pasiones terrenales, pudiendo de esa manera unirse a Dios con todo el fondo de su alma, y dedicarse libremente a sí mismos.  Más a nosotros nos tienen demasiado ocupados nuestras pasiones, y nos inquietan demasiado las cosas pasajeras.  Pocas veces dominamos totalmente un solo vicio; y no nos encendemos en deseo de adelantar todos los días; por eso seguimos tibios y fríos.

3. Si ya estuviéramos bien muertos a nosotros mismos y sin estorbos ningunos interiores, hasta podríamos saborear las cosas divinas, y probar un poquito de la celestial contemplación.  El mayor obstáculo, todo el obstáculo, consiste en que no estamos libres de las pasiones y concupiscencias, ni nos esforzamos por emprender el camino perfecto de los santos.  Apenas nos viene una pequeña adversidad, luego luego nos desalentamos, y vamos en busca de consuelos humanos.  Si como hombres valientes nos esforzáramos por ganar la batalla, seguramente veríamos venir sobre nosotros la ayuda del Señor desde el cielo.

Porque el Señor está listo para ayudar a los combatientes que esperan en su gracia, ya que nos presenta ocasiones de combatir, para que triunfemos.

Si ponemos todo el progreso religioso en puras observancias exteriores, pronto se nos acabará la piedad.

Pero no: demos hachazos a la raíz, para que libres de las pasiones, seamos dueños pacíficos de nuestras almas.

4. Si cada año nos quitáramos de raíz un solo vicio, pronto seríamos perfectos.  Pero, al contrario, en estos tiempos muchas veces sentimos haber sido mejores y más puros, al principio de la conversión, que tras muchos años de profesión.

El fervor y el progreso debieran crecer todos los días. Más en estos tiempos ya se tiene en mucho que uno pueda conservar algo del primer fervor.  Si al principio nos hiciéramos tantita violencia podríamos después hacer todo fácil y alegremente.

5. Duro es dejar lo acostumbrado; más duro todavía es ir contra la propia voluntad.       Pero, si no vences lo pequeño, lo fácil, lo más difícil ¿cuándo lo vencerás? Resiste desde el principio a tu inclinación; echa en olvido la mala costumbre; no sea que paso a paso te meta en peores dificultades.

¡Oh! A mí me parece que si tú pensaras cuánta paz podrías adquirir, y cuánto gusto les darías a los demás con tu buena conducta, más empeñoso fueras para el progreso espiritual. 

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