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Club de lectura y amistad

CONCURSO LITERARIO

Autor:
Daniel Ramírez Meléndez
(Integrante desde Octubre del 2005)
Titulo:
POR LOS NIÑOS
Cuando estudiaba el tercer año de primaria, corrió con insistencia el rumor de que el mundo se iba a acabar.  Como niño, no sólo tuve que padecer el miedo al coco, al señor del costal y los monstruos de la oscuridad: tuve que vivir también el terror de esperar el fin del mundo, sin unos padres que me dijeran que eran patrañas.  Porque sé del terror al que se puede someter a un niño en un ambiente de ignorancia, porque sé de las lágrimas que el miedo provoca en la oscuridad, es que escribo esto.

Hace algún tiempo, fui al bosque de Chapultepec con dos amigas y los hijos de una de ellas, los tres, niños pequeños. Cuando íbamos por el zoológico, nos detuvimos largo rato frente a una enorme jaula donde había aves grandes, la más impresionante de todas era un águila real, la veía sorprendido cuando a lado de nosotros, un chiquillo le preguntó a su madre señalando al águila: “mamá, ¿qué es eso?” La madre le respondió con una espontaneidad que me dio miedo: “Es un pajarote”. En voz alta, para que me oyera aquel pequeño, les dije a los hijos de mi amiga que esa ave era un águila. Porqué sé de la prisión que es la ignorancia en la que vive mucha de mi gente, escribo esto.

En la mañana en que se cumplía un año más de los terremotos que azotaron a la Ciudad de México los días 19 y 20 de septiembre de 1985, me dirigía a mi centro de trabajo; instalado en un asiento del metro dormitaba un poco, frente a mí iban un niño de seis años y su madre, una mujer todavía joven, ésta le dijo de pronto a su hijo: "Hoy, hace veintiún años hubo un terremoto con el que se cayeron muchos edificios y murió mucha gente”. Le hizo una descripción detallada de los momentos de angustia que vivimos los capitalinos esos tristes días. Cuando terminó, el pequeño le preguntó qué era un temblor.

La madre respondió a la seria pregunta del chiquillo deseoso de saber y aprender, que vio en la televisión que se está acercando a la Tierra un planeta cuatro veces más grande que el nuestro, y qué es el que está ocasionando esas cosas, le dijo que ese planeta viene de la estrella de Orión, y es el causante del tsunami que asoló el sureste de Asia, de los huracanes y no sé qué cosas más. Me sentí frustrado, con ganas de detener sus dañinas palabras, pedirle que no fuera tonta, que se haga un favor apagando la televisión, que por su bien y el de su hijo se ponga a leer.

Me gusta la curiosidad de los niños, en sus preguntas hay una natural necesidad de conocimiento, es mágico cómo en sus inocentes mentes van recibiendo y atesorando los datos que les van a servir en la vida, detesto a los padres que responden con su silencio o con un “no molestes”, no saben el daño que le hacen a sus hijos cuando no les dan una respuesta. Sin embargo, hay algo aún  peor que eso: los padres que responden con ignorancia.

Todas las naciones tienen en los niños atesorado su futuro, si este fuera a ser como son sus miradas de  luminosas tendríamos que convenir en que a la humanidad le espera un futuro luminoso, sin embargo no es así, la mirada va perdiendo brillo con el tiempo, son las sombras de la ignorancia que pasan de generación en generación; en la mayoría de los casos, aquel que fuera un niño curioso, con deseos de saber, se convierte en un ser apático. 

Veo con preocupación a los niños, a mis niños, a los niños de todos, que siguen el mismo camino desorientado de sus padres, los miro cambiar la imaginación por juegos de computadora, veo cómo poco a poco su mirada curiosa se marchita con los mortíferos rayos de la televisión; y no falla: dentro de algunos años, la mayoría van a ser padres que responderán a sus hijos cuando les pregunten qué gran ave es esa que vuela: “es un pajarote”; van a ser mentores que cuando sus niños pregunten qué es un temblor, responderán lo mismo que les dicte desde el cinescopio algún hombre que por ignorancia o mala fe atribuye todo a extraterrestres y a la influencia de los astros; van a ser progenitores de niños que alguna ocasión van a escuchar alguna fantástica y terrorífica historia que les va a hacer tener miedo varios días seguidos.

Eso es justamente lo que debemos hacer, lo que voy a hacer para mejorar nuestro entorno, nuestra calle, nuestra colonia, nuestro estado, nuestro país, nuestro mundo: quitar de la mente de nuestros niños la oscuridad de la ignorancia, responderé a sus preguntas a veces exasperantes de una forma sensata, si no lo sé en el momento, porque no tenemos por qué saberlo todo, buscaré en un libro, en el Internet, o con alguien más preparado, pero no permitiré, no debemos permitir que una pregunta se quede sin respuesta, y mucho menos que la respuesta sea una tontería.

Tenemos que tratar a los niños como lo que son: los depositarios del futuro, tenemos que hacer que esa mirada curiosa y con deseos de aprender siga así, iluminando su propio camino y el de los que les rodean.

Por el bien de este mundo debemos quitar a nuestros hijos de ver en la televisión los programas deportivos y decirles que ellos mismos pueden tomar un balón y correr tras él, decirles que ellos mismos pueden ser héroes, que no es necesario depositar el deseo de ganar en otros, que ellos pueden ganar.  Debemos apartarlos de los juegos de video, diciéndoles que ellos pueden vivir su propia aventura, que pueden ganar en agilidad corriendo, saltando y jugando con otros niños.

Todos tenemos niños cerca: hijos, sobrinos, vecinos. Me ha nacido la necesidad de llenar la mente de los niños que tengo cerca de la luz del conocimiento, para que cuando sean grandes no repten en la oscuridad de la ignorancia.

Es preferible ver a un niño saltando, corriendo y bailando, que verlo frente al televisor; que ría con frescura, no que en su rostro esté el hastío del estreñimiento y la obesidad. Que tengan en su mirada la chispa de la curiosidad, en lugar de la desesperación de que pierda su equipo de fútbol.

Que nuestros niños no empiecen a creen en cosas extrañas, que no busquen milagros, que crean en sí mismos, que ellos mismos sean el milagro.

Por mi gente sumida en la ignorancia, por los niños que son la esperanza, por los padres que no saben responder preguntas, por los niños que no reciben respuestas sensatas, es que he escrito esto.

DANIEL RAMIREZ MELENDEZ
25 DE JULIO DE 2007
CIUDAD DE MEXICO
 
 

HISTORIA PARA CONTAR:

Nací en la ciudad de México, más exactamente en la Unidad Habitacional Santa Cruz Meyehualco, en la Delegación Iztapalapa.

Hice la primaria en la escuela República Popular de Polonia.

La Secundaria en la Técnica Número 53 Lic. Adolfo López Mateos.

Actualmente estoy leyendo Partículas Elementales de Michell Houellebecq

Mi musa se llama Alicia Elizabeth, es ella por quien escribo y a la personita a la que esta dedicada mi vida y mi obra.

Empecé a componer canciones desde muy pequeño, aún no entraba a la primaria ni sabía escribir cuando ya mis primeras letras hacían que mi mente volara al mundo de los sueños.

Tenía cinco años cuando compuse “Los Niños de la Casa” y seis cuando del mundo de mi fantasía salió “El Lobito” que iba a darle un poco de luz a mi infancia. Tenía siete años y ya había entrado a la primaria cuando “Bolita Color de Rosa” se convirtió en la primera canción que escribí en una hoja de papel.

Al principio sólo era afición, en realidad estaba ocupado en ser niño normal, hasta que tres sucesos vinieron a darle en la torre a mis grandes planes para la vida: la explosión de San Juan Ixhuastepec en noviembre de 1984, los terremotos del 19 y 20 de septiembre de 1985 y el cruce en mi vida de Alicia Elizabeth.

Esta última se me apareció cuando iba en la secundaria, fue un momento muy fugaz, el suficiente que emplea cualquiera para cruzarse con una persona desconocida en unas escaleras. Fue tan rápido que pensé que había sido una alucinación y que tal niña no podía existir, una búsqueda de varios días me hizo pensar que realmente así era, pero la volví a ver y ahí quedó marcado mi destino. 

Con Elizabeth murió el Daniel que pudo ser alguien normal y nació el Daniel que soy, aquel que escribe canciones, novelas y cuentos. 

Trunqué mi futuro, dejé la escuela y me convertí en un bueno para nada. No es necesario ser alcohólico o drogadicto para echarse a perder la vida, yo en mis cinco sentidos me encargué de echarlo todo por la borda.

En 1993 empecé a escribir oficialmente cuentos, hasta ese momento toda mi creación artística que ya era considerable estaba concentrada en la composición de canciones, pero en ese año nació mi literatura: mi primer cuento se llamó El árbol de la vida, era un escrito en el que habla en primera persona un alma que ha vuelto a la Tierra después de la destrucción de la vida. Las canciones son composiciones muy cortas cuya estructura no me permitía decir todo lo que en mi ser había y que cada vez era más.

Y desde ahí vino mi obra hasta mis días, y es a lo que me he dedicado y que ha abarcado gran parte de mi tiempo, es decir, he dado mi vida por mi obra, es por eso que es importante, tan ocupado he estado en ella que no he hallado lugar para desarrollarme profesionalmente en mi trabajo ni para buscar el amor de una mujer.

Eso es todo, no sé qué más decirles de mí.

Daniel Ramírez Meléndez
Ciudad de México.

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